Generalmente
cuando las cosas no nos salen como queremos aparece la frustración o la
resignación acompañada de emociones como la rabia, tristeza o la que le encanta
a la mayoría de las personas; SER víctima, y comenzamos a buscar “un culpable”
en cualquier persona menos en nosotros mismos; padres, pareja, amigo, jefe,
hijos, por supuesto estamos acostumbrados a “endosar nuestra responsabilidad” en otros, esa es la cultura judeocristiana en la que hemos
crecido, forma de ser que nos hace acondicionar y decorar mucho más nuestra zona de confort con excusas,
pretextos y postergaciones, pues nos permite evadir la responsabilidad de
hacernos cargo de nosotros mismos.
Todo
lo creado fue antes pensado y como seres conversacionales, emocionales y
pensantes que somos , Echeverría en la Ontología del lenguaje comenta:
.. “cuando
hacemos declaraciones no hablamos acerca del mundo, generamos un nuevo mundo
para nosotros. La palabra genera una realidad diferente. Después de haberse
dicho lo que se dijo, el mundo ya no es el mismo de antes. Este fue
transformado por el poder de la palabra.”
Y
es en ese momento de nuestra vida que decidimos comenzar a crecer y hacernos cargo de nuestras responsabilidades, comienza
a cambiar nuestra forma de observar el mundo, al dejar de echarle la culpa de
lo que nos sucede a los otros y tomando nuestra vida en nuestras propias manos,
sin preocuparnos
por lo que sucede y ocupándonos más en dónde enfocamos nuestro pensamiento,
observando realmente ¿Cómo nos estamos conectando con nuestra capacidad
creadora? ¿Si estamos Conectando con lo que queremos o por el contrario con lo
que no queremos? Y esto nos permite entonces evaluar en qué punto del pretérito de nuestra vida, dónde,
cómo y cuándo pensamos o declaramos exactamente lo que estamos viviendo
actualmente. Y nos hacemos cargo de
nosotros mismos pues asumimos que todo lo que pensamos o decimos se transforma
en realidad; y esa realidad se transforma siguiendo nuestra voluntad.
Es
en ese punto donde nos comenzamos a preguntar ¿Estoy satisfecho con mi economía?
¿Me siento feliz? ¿Soy feliz con lo que soy? ¿Tengo la pareja que quiero a mi
lado? Y si al menos respondemos a una de
estas preguntas con un no, te preguntas nuevamente ¿Qué he hecho para cambiar
esta realidad?
Recordando un pensamiento de
Albert Einstein quien dijo “si
sigues haciendo las cosas del mismo modo obtendrás el mismo resultado”,
pero sabias que locura extrema es pretender hacer cosas diferentes sin tu haber
cambiado tu forma de SER.
Y
como todo lo creado fue antes pensado, somos responsables directos de lo que
tenemos en nuestra vida, al hacernos
cargo de nosotros mismos comenzamos a conectar cada día con lo que queremos en
nuestras vidas.
Realmente este es el meollo de la cuestión. Al ser humano por defecto, le cuesta reconocerse en sus errores, mucho menos aceptarlos. Y, esto hace que nos encasillemos y/o estanquemos en un círculo que se volverá vicioso. Reconocer nuestras equivocaciones, errores, malas decisiones y afines, es tan solo el primer pasa; pero uno de los más importantes. Luego, debemos trabajar en cómo resolverlo para superarlo y poder obtener de dicha experiencia un aprendizaje que nos hará crecer como ser humano, pensante y espiritual. No es fácil, pero si se puede, si se hace lo más objetivamente posible.
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